Derecho de piso

En un mundo donde la tendencia humana es hacia la corrupción, lo que nos debe asombrar es un país como los Estados Unidos.

 

Sin embargo, más asombroso son sus inmigrantes, que aprovechan de la libertad de la prensa para relatar cada problema de migración y aculturación, mientras añoran al viejo país que los corrió por la frontera.

 

Por qué vivir aquí, entonces, si “el amor aquí se muere”, “la ley es tirante” y “ya me quiere cambiar”, como ladra Jesús a su esposa Netty en Me voy pa’ México. La pregunta aun persigue en Las aventuras de Don Chipote, donde un obrero abandona a su familia para “barrer el oro”. Lamentablemente, lo único que se barre es él. Igual así, Chipote se hubiera quedado en “los Estamos Hundidos”, si no fuese por la fortaleza de su esposa y un sistema que, en lugar de fusilarlo sin juicio, lo devuelve mediante un proceso judicial.

 

Vale aclarar, los nativos acá no siempre juegan el papel de abusador principal. En Lucas Guevara, por ejemplo, conocemos a un joven sudamericano, con un don para los negocios. Fácilmente podría haber encontrado el éxito en su tierra. Pero gracias a su padre, Lucas está huérfano de los compatriotas más reprochables. Después de años desperdiciados, lo único que el joven aprende de la industria americana es utilizar el Brooklyn Bridge para tirarse de cabeza al East River y así finalizar su agonía.

 

No obstante, para los hispanos, y especialmente para los obreros mexicanos entre 1910 y 1920, debería haber sido preferible confrontar la desaventura de vivir en un país extraño que pronto morir, como murieron más de un millón de paisanos en México durante la Revolución.

 

Vida imperfecta, el “estudio psicológico” de Elena Arizmendi, nos presenta con Elsa, una hispana que responde al problema de aculturación al adoptar los valores de su nueva sociedad. A pesar de todos sus esfuerzos, Elsa nunca consigue la vida perfecta que merece. Pero por lo menos está viva, no como su amiga Alicia, quien murió sin conocer el amor.

 

Otros responden al problema de migración cultivando un buen sentido de humor. En “La estenógrafa”, lo peor que le pasa al empresario-protagonista es contratar a una pelona narcisista. Él sigue siendo rico al final, y de hecho la conclusión recuerda a esas series de televisión donde la toma final se desvanece al negro junto con un aplauso: “Cobró su sueldo y se ha ido”, broma Ulica, “dejando en la estancia un olor a narcisos negros . . .” Elipsis, aplauso, y Ulica queda ileso. Y si no ileso, por tanto feminizado y “ajotado”, por lo menos listo para el próximo episodio “diabólico”.

 

Si alguien realmente padeció el dejar a su país, lo padeció Nemesio García Naranjo. Él fue desarraigado, juzgado, y seguro que hubiera sido asesinado al quedarse en México. Sin embargo, Naranjo siempre dijo la verdad, quizás la mejor respuesta a cualquier problema. Atacaba el racismo, denunciaba la discriminación, y en un discurso dirigido a un banquete de artistas en 1920, Naranjo resonó un sentimiento que tanto inmigrantes como exiliados y nativos compartían: “México sí canta, y por eso al escuchar sus canciones, nos consuela la seguridad íntima de que jamás moriremos como Nación.”

 

Sea dentro de México, o en un “México de afuera”, debemos compartir nuestras desaventuras, para que las futuras generaciones lean lo que costó lograr una vida (no perfecta, pero) mejor. Y no crea al nativo que escribe estas líneas. Mejor estudien a los inmigrantes que encontraron el éxito aquí, al igual que los Estados Unidos mejoró en recibirlos.

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