Respuestas al problema de migración y aculturación

La respuesta de los inmigrantes es simple: “¡REGRESE!” O, mejor todavía, si el lector tiene la suerte de vivir afuera: “¡NO VENIR!”

 

Por qué vivir aquí, si “el amor aquí se muere”, “la ley es tirante” y “ya me quiere cambiar”, como ladra Jesús a su esposa Netty en Me voy pa’ México. La pregunta aun persigue en Las aventuras de Don Chipote, donde un obrero abandona a su familia para “barrer el oro”. Lamentablemente, lo único que se barre es el inmigrante. Al final, Chipote solamente encuentra auxilio en “los Estamos Hundidos” mediante el proceso judicial que lo echa, gracias a su esposa que lo salva, para regresar a su tierra natal.

 

En Lucas Guevara conocemos a un joven sudamericano, con un don para los negocios. Podría haber encontrado el éxito en su tierra. Pero no, Lucas queda prácticamente huérfano, abandonado por su padre para sufrir los abusos más reprochables. Después de años desperdiciados, lo único que el joven aprende de la industria americana es utilizar el Brooklyn Bridge para tirarse de cabeza al East River.

 

Vida imperfecta, el “estudio psicológico” de Elena Arizmendi, nos presenta con Elsa, una hispana que responde al problema de aculturación al adoptar los valores de su nueva sociedad. Sin embargo, a pesar de todos sus esfuerzos, nunca tendrá un hijo que le seguirá. Fácilmente se intuye que para esta hispana todo su esfuerzo irá al olvido, entonces, si al fin y al cabo no tendrá nadie con quien compartir esa vida.

 

Otros censuran el problema de migración con más humor, aunque con igual desesperación. En “La estenógrafa”, conocemos a un empresario-protagonista que contrata a una pelona narcisista. Juntos representan al hombre que se feminiza y la mujer que se masculiniza: “Cobró su sueldo y se ha ido”, advierte Ulica, “dejando en la estancia un olor a narcisos negros . . .” Así Ulica queda “ajotado”, en este episodio “diabólico”.

 

Hubo un autor inmigrante, el exponente más fuerte de la ideología del “México de afuera”: Nemesio García Naranjo. Él fue desarraigado, juzgado, y seguro que hubiera sido asesinado al quedarse en México. Naranjo siempre dijo la verdad, quizás la mejor respuesta a cualquier problema. Atacaba el racismo, denunciaba la discriminación, y en un discurso dirigido a un banquete de artistas en 1920, Naranjo resonó un sentimiento que tanto inmigrantes como exiliados y nativos compartían: “México sí canta, y por eso al escuchar sus canciones, nos consuela la seguridad íntima de que jamás moriremos como Nación.”

 

Vale decir, el grave problema de la inmigración de los hispanos a los Estados Unidos es que uno no solo va a perder su identidad, hasta su manera de ser, sino también su vida al vivir aquí. Sin embargo, si uno tiene la mucha suerte de sobrevivir esa muerte, uno puede renacer para formar parte de la cultura creciente de los nativos. Nuevamente, con mucha suerte.

 

(En otra voz, Antología de la literatura hispana de los Estados Unidos. Editado por Nicolás Kanellos, Arte Público Press, Houston, Texas, 2002.)

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